»La vida es lo que pasa mientras tu haces otros planes.»

John Lennon.

Vivimos en un sociedad dónde no nos paramos a escucharnos a nosotros mismos, presionados por moldes y patrones que nos hacen distanciarnos de cómo queremos realmente vivir nuestra propia existencia.

Cuando era pequeña tenia un plan de vida perfecto: quería montar un restaurante y tener un descapotable blanco. También hacía cálculos de la edad que tendrían mis padres y mi hermano cuando yo tuviera veintitantos y qué sería de mí. Entonces todas esas dudas eran tan fáciles de resolver como pensar: bueno, todavía quedan muchos años para llegar a todo lo que me estoy planteando, no pienses en ello, que suerte tengo de no tener que preocuparme de estas cosas.

Y si, realmente que suerte tenia, quizá era el pensamiento de una simple niña que no quería crecer y ver a sus seres queridos crecer, que simplemente disfrutaba de la simplicidad de su vida, de la bonita inocencia y poca responsabilidad, de la despreocupación que caracteriza la infancia, de manera generalizada.

Una vez he ido creciendo he podido comprobar que nunca se me han dado bien las formalidades, los clasicismos, los planes de vida, los caminos rectos y uniformes que al llegar al final sabes que te espera un cobijo seguro y conocido.
Mis caminos siempre han hecho zig zag, medias vueltas, loopings, como si de una montaña rusa se tratara y no me conformo con llegar al final, sino que siempre al llegar intento quedarme con lo mejor, lo cuestiono y empiezo a buscar nuevos senderos, horizontes o quizá desviaciones del mismo.
Creo que el camino puede ser infinito y durar toda la vida, todo depende de como uno quiere plantearse vivirlo.

No digo no me guste como a todos llegar a tener una estabilidad en mi vida, por supuesto, pero no la estabilidad que normalmente la gente tiene, no me conformo. No quiero la estabilidad que te ata, que te corta las alas, que anula tu creatividad, en la que te sientes obligado a, que te encierra entre 4 paredes, no quiero regirme por horarios, por estrés, por la sensación de no llegar a tiempo a nada, de necesitar mas horas al día para poder disfrutarlo, para poder dedicarme un poco de tiempo a mi. Quiero poder ver y disfrutar los bonitos detalles que nos ofrece la vida y que no vemos por ir a toda prisa, acelerados.  Quiero terminar el día sonriendo y agradeciendo cada minuto de este, sentirme bien y en paz, porque se que he hecho lo que realmente me apetece y me dicta mi ser.

Y para obtener todo eso, hace falta moverse, y es trabajo de cada uno el descubrir hacia dónde. Tanto puede ser moverse en el sentido figurado o mover algo en nosotros mismos, alguna pieza que no encaja y colocarla en el sitio que realmente quieres. Porque no nos engañemos pero, todos hemos sentido alguna vez que lo que hacemos no nos gusta, que nos gustaría cambiar, incluso me atrevería a decir que sabemos exactamente que es lo que queremos cambiar, sea un cambio pequeño o grande. No es que no lo sepamos, es que tenemos miedo, miedo a lo desconocido. Preferimos seguir en nuestra zona de confort porque lo que no conocemos nos da vértigo. Queremos por costumbre tenerlo todo controlado y a veces hay que perderse, dejarse llevar, arriesgarse y dejarlo todo para buscar respuestas. Ser valiente.

Tu familia, tus amigos, el lugar donde naciste siempre estarán allí, no los perderás, lo único que puedes perder si no te mueves es a ti mismo. Así que arriesga, corre, salta, se valiente, vuela, déjate llevar, déjate sorprender aunque te parezca una locura, te animo a que lo hagas en vez de que te arrepientas.

Y tú, sigues el plan de vida que realmente quieres o te dejas llevar por lo que marca la regla?